cambio de planes

Todo organizado, planeado, como a mi me gusta. Tal día, tal hora, tantos adultos con tantos niños…Merienda en mi casa. Me apetece muchísimo el plan. Nuestras noches de verano con cena, música y gin tonic hasta las mil han sido sustituidas por atropelladas comidas con botes de potitos, meriendas con bebés siesteando y, en lugar de música, conversaciones a media voz…La cama del cuarto de invitados que antes se llenaba de chaquetas y bolsos nocturnos, ha sido colonizada por cambiadores, pañales, toallitas, y algún artilugio cuyo nombre y utilidad aún desconozco.

El Señor Maldonado anuncia sol y buena temperatura. Y yo, que me fío de él. Preparo la terraza para el acontecimiento…el primero del verano. Algunas tareas de jardinería, un repaso a los muebles, sillas para todos, comida para todos…y los niños, estarán encantados.

Faltan cinco horas y el cielo comienza a oscurecer por momentos. Yo mando mensajes de calma, confío en el Señor Maldonado. De pronto una tormenta de esas que parece que arrasan con todo cae justamente sobre mi terraza. No hay toldo que lo resista. Para de llover. Vuelve a llover.

Y yo que soy optimista sigo confiando en la predicción para esa tarde. Pero por desgracia, también soy perfeccionista, previsora y cuadriculada, muy cuadriculada…Aún así, decido que la fiesta no se anula y se traslada al interior. Pero dónde??!! Con lo bien pensado que lo tenía, lo mono que me iba a quedar, … Comenzamos a mover muebles, despejar espacios, optimizar cada esquina de la casa…y con todo, no tengo claro que vaya a caber la gente…ni la comida.

Pero por narices que no lo anulo.

Empiezan a llegar amigos, familiares, niños, cochecitos, sillitas. Todo el mundo está encantado, o al menos lo parece. Deja de llover y hasta sale algo el sol. Se secan el suelo y los muebles, abrimos la terraza y en cuestión de minutos la casa se ha transformado.

Unos toman algo en la terraza mientras vigilan a los más pequeños que investigan cada maceta, cada bichito. Otros aguardan en silencio en un dormitorio mientras tratan de dormir a la criatura, que se huele que hay fiesta y claro, ni de broma. Otros estratégicamente ubicados junto a la mesa de los aperitivos hablan del tiempo que hacía que no se veían. Y alguno, aprovecha la escapada para prepararse un buen gin tonic, como los de antes.

Son las dos de la mañana y se van los últimos invitados. Al final, el Señor Maldonado no nos ha fallado. Me encantan estos días.

sonando…The Kinks, Sunny Afternoon